La Risa remedio infalible es una de las secciones que ha llegado a identificarse plenamente con la revista en las últimas décadas. Aquí, una muestra de lo que nos hacía reír en Octubre de 1974.
Una señora decía por teléfono al carnicero: “Hágame el favor de mandarme diez pesos de carne, y encárguele al mandadero que, si no estoy, la meta por debajo de la puerta”. –G.F.C.
Un conocido mío, al volver del trabajo, se detuvo en una taberna del camino y allí se pasó toda la tarde. Cuando llegó por fin a casa, a eso de las 10 de la noche, su esposa estaba esperándole sentada en la mesa de la cocina. En vez de hacerle preguntas o reproches, le dijo con la mayor dulzura si quería cenar algo, pero él prefirió irse a dormir. A las 3:30 de la mañana sonó el despertador; el hombre saltó de la cama y encendió la luz. Cuando vio la hora gruñó a su mujer pidiéndole una explicación, a lo que ella respondió muy tranquila: “Si tardaste cuatro hora en venir del trabajo a casa, me figuré que tardarías otras cuatro en ir de casa al trabajo, y no quise que llegaras tarde”. –E.J.L.
El instructor de un curso de primeros auxilios organizado en una empresa comercial preguntó a un trabajador:
–¿Qué haría si descubriera que tiene hidrofobia (rabia)?
El obrero contestó sin titubear:
–Morder al capataz. – E. D.
El otro día una madre encontró a su precoz hija de tres años recorriendo toda la casa mirando debajo de los cojines del sofá, volviendo al revés los bolsillos de la ropa, haciendo, en fin, lo imposible para buscar desesperadamente algo que no encontraba en ninguna parte.
–Pero ¿qué haces hijita? –preguntó la madre.
–Estoy jugando.
–¿A qué juegas?
–A un juego que se llama: “¿Dónde puse las estúpidas llaves del auto?” – D. W.
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