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Aprenda a asumir su edad y viva mejor

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Su visión sobre lo que significa hacerse mayor podría determinar si sus propios años dorados serán vitales y felices.

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Se puede descubrir fácilmente qué se le pregunta a Google más a menudo al ver lo que el motor de búsqueda sugiere automáticamente a la frase o pregunta que hayamos planteado. Por lo tanto, los resultados más frecuentes son también una radiografía de lo que otras mentes inquisitivas piensan en privado sobre el tema en cuestión.


En 2013, científicos del Centro para el Estudio de Procesos Grupales de la Universidad de Kent, en Gran Bretaña, investigaron un prejuicio colectivo concreto al escribir en la barra de búsqueda “los ancianos deberían…” El resultado mayoritario fue: “Los ancianos deberían no manejar”. Y el segundo más popular fue: “Los ancianos deberían morirse”. Estos inquietantes hallazgos indican que la sociedad incrimina a las personas mayores, aunque en un plano más profundo, reflejan nuestra propia visión respecto al proceso del envejecimiento en sí. Claramente, el mensaje cultural que se ha tragado con anzuelo es: tenga miedo, mucho miedo, a envejecer. Lo que otros investigadores han descubierto es que hay una ironía kármica en el fondo de esta forma de pensar. Han detectado que quienes mantienen opiniones negativas sobre la vejez… envejecen más rápido. Becca Levy, profesora de epidemiología y psicología en la Facultad de Salud Pública de Yale, ha encontrado, una y otra vez, que los individuos con los criterios más negativos sobre la vejez, o quienes han asimilado estereotipos pesimistas sobre las personas mayores, han pagado físicamente por su prejuicio. Levy ha investigado el tema durante los últimos 20 años. En 2002, en su estudio más conocido, analizó los datos recopilados a mediados de los setenta en un pueblo de Ohio. Se pidió a los vecinos de más de 50 años que respondieran a planteos sobre la vejez. “A medida que uno envejece, es menos útil” (sí o no); “Al envejecer, las cosas son (mejores, peores o iguales) a lo que supuse”.


Cuando evaluó los datos de mortalidad de los participantes, hizo un descubrimiento sorprendente: aquellos con criterios más negativos sobre la vejez murieron, de media, 7,6 años antes que los que tenían conceptos más positivos. De hecho, encontró que la discriminación contra la gente mayor influía en la expectativa de vida más que el género, la incidencia de la soledad, o la cantidad de ejercicio. No había una explicación obvia para el efecto del rechazo a la vejez, pero debido a que la causa principal de muerte en ese segmento de edad es la cardiopatía, Levy se preguntó si esta actitud afectaba al corazón, y decidió comprobar su hipótesis. En su laboratorio en Yale, Levy hizo pruebas verbales y de matemáticas, con límite de tiempo, a 54 personas entre 62 y 82 años. Antes de empezar, se “preparó” a las personas con estereotipos positivos o negativos del envejecimiento: se proyectaban palabras en una pantalla tan rápido que la mente consciente no las captaba. Los grupos expuestos a términos negativos, como “deterioro”, “decrepitud” y “confusión”, tuvieron una subida repentina de tensión y un aumento del ritmo cardiaco. Quienes vieron estereotipos positivos, como “astucia”, “sabiduría” y “realización”, se serenaron.


“Nos preguntamos qué efecto tendría en la sociedad con los años”, explica Levy, un interrogante que desembocó, en 2009, en un segundo estudio muy revelador. En él, Levy analizó los datos de encuestas a 440 participantes, entre 18 y 49 años, para el Estudio Longitudinal de Baltimore sobre el Envejecimiento, uno de los más prolongados del mundo. Detectó que quienes mantenían opiniones pesimistas sobre la vejez sufrieron el doble de episodios cardiacos (incluidos mini derrames e insuficiencia cardíaca congestiva), que aquellos con criterios más esperanzadores.

Incluso después de ponderar todos los factores que se le ocurrieron, desde la alimentación y tabaco hasta depresión y antecedentes familiares, concluyó que las ideas sobre la vejez seguían teniendo gran relevancia. ¿Qué podría explicar los efectos fisiológicos de algo tan insondable como las nociones sobre la vejez?

Nuestras actitudes, conscientes o no, promueven las rutinas y estilos de vida que llevamos, factor relevante en los resultados de sus estudios. “Quienes tienen una visión más negativa del envejecimiento, con los años, son menos propensos a esforzarse un poco más o adquirir comportamientos más saludables, ya que tienden a pensar que una mala salud en la vejez es inevitable”, apunta. Según la psicóloga de Harvard, Ellen Langer, que ha colaborado con Levy, “las personas de menos de 40 no se ven a sí mismas envejeciendo”, explica, y añade que por eso tienden a no desarrollar comportamientos que les favorecerán más adelante. De hecho, en 2011, el profesor de psicología y marketing, Hal Hershfield, actualmente en la UCLA, demostró que cuando se instaba a la gente a visualizarse a sí misma más adelante en la vida, destinaban más recursos para el futuro, ahorrando para su jubilación. En otro estudio, cuando se invitó a los participantes a escribirse una carta a sí mismos para 20 años después; reforzaron sus rutinas

de ejercicio.


Con el fin de averiguar si todavía se pueden revertir las actitudes en la vejez, la psicóloga de Harvard, Ellen Langer efectuó investigaciones en las que se animaba a la gente mayor a recordar cómo se sentían de jóvenes. En su famoso estudio, “Contrarreloj”, realizado en 1979, 8 hombres de entre 70 y ochenta y tantos años, se metieron en una elaborada cápsula del tiempo que recreaba el año 1959.

Salieron una semana después cuantificablemente más vitales: su fuerza de agarre y flexibilidad habían mejorado y realizado mejores pruebas cognitivas.

Esto ha inspirado el diseño de algunas instalaciones para ancianos y a replantearse el cuidado de gente mayor. En Hogeweyk, “el Pueblo de la Demencia”, construido cerca de Amsterdam en 2009, se aloja a los residentes en chalets que evocan el entorno familiar en el que crecieron.

Además de sus estudios sobre mortalidad y cardiopatías, Levy ha logrado demostrar que el rechazo a la vejez afecta incluso a cosas como el equilibrio, la escritura y la memoria. Recientemente publicó su estudio más personal hasta ahora en la revista PLOS ONE, de la Public Library of Science.

Su abuelo había sufrido Alzheimer y, en colaboración con el director científico del Instituto Nacional sobre la Vejez, quiso averiguar si los conceptos negativos de la senectud influían en esa enfermedad.

Mediante un conjunto de datos de 4.765 individuos con una edad promedio de 72 años, Levy y tres colegas se concentraron en las personas que portaban el gen ApoE4, que aumenta en un 50 por ciento las probabilidades de desarrollar Alzheimer precoz y otras formas de demencia. Alrededor del 25 por ciento de los individuos tenían la variante del gen y en aquel momento no padecían demencia.

Al comparar las actitudes hacia el envejecimiento con los estados de salud cuatro años después, aquellos con una perspectiva más optimista tenían un 50 por ciento menos probabilidades de tener indicios de demencia.

Combatir los prejuicios hacia la vejez debe comenzar pronto, asegura Levy, al indicar que los estudios muestran que niños de solo tres años ya han asimilado estereotipos negativos. “Pero también tenemos investigaciones que sugieren que los pensamientos son maleables”, apunta. “Podemos enseñar a la gente a cuestionar las creencias negativas”.

¿Cómo sabríamos si una nueva generación tiene actitudes más positivas sobre el envejecimiento? Tal vez más adelante, cuando empiece a escribir “los ancianos deberían…” en Google, dará un resultado como: “Los ancianos deberían ser respetados”. O incluso: “Los ancianos deberían tener paciencia con el resto de nosotros”.

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