Razones por las que la postergación (procrastinación) es tan común, por qué es nociva, y alternativas para desechar este hábito.
Giuseppe Del Giudice siempre se siente
ansioso e incómodo cuando ve el montón de cuentas por pagar. La mayoría de las
veces, en lugar de saldar las deudas, se pone a barrer o a ver la televisión y
espera hasta el último momento para liquidarlas. En ocasiones ha tenido que
sufragar multas por no cubrir el importe a tiempo a causa de su hábito de
aplazar las cosas. Sin embargo, aun cuando logra que los pagos pasen a tiempo,
hay un costo emocional.
“Mi esposa y yo ganamos lo suficiente,
pero siento como si no tuviéramos dinero”, dice Del Giudice, de 57 años. “En mi
infancia se arraigaron sentimientos de culpa y carencia. Entre más tiempo pase
sin que yo salde las facturas, más aumenta mi ansiedad”.
La procrastinación es dilatar
voluntariamente las tareas que uno debe realizar, aunque sepa que aplazarlas
puede tener consecuencias negativas.
“Es parte de la condición humana”, afirma
Tim Pychyl, docente de psicología en la Carleton University de Ottawa, Canadá,
quien se dedica a investigar el fenómeno. “Una de las maneras de hacer frente a
las situaciones es evadirlas, y así es como se resume la procrastinación:
queremos sentirnos bien en el momento, y la forma de lograrlo es evitando la
tarea”.
Los fundamentos
Es posible postergar prácticamente
cualquier cosa: deberes poco atractivos, como citas con el dentista, o
proyectos disfrutables, como planear las vacaciones. Toda la gente lo hace de
manera distinta. “Algunos aplazan la limpieza; otros la hacen para aplazar otra
cosa”, apunta el investigador Piers Steel; sin embargo, los estudios han
demostrado que las actividades principales que las personas difieren son la
limpieza, progresar en sus carreras profesionales, el cuidado de su salud y la
planificación de sus finanzas.
“Algo que casi todos postergan es el
testamento”, señala Steel, profesor de administración en la Universidad de Calgary.
“Entre 70 y 80 por ciento de quienes mueren, no elaboraron este documento o lo
dejaron obsoleto o incompleto. Esto genera problemas, en los países que lo
requieren».
Si bien la mayoría de las personas retrasa
actividades de vez en cuando, por lo general las hacen cuando deben. No
obstante, el 20 por ciento de la gente es procrastinadora crónica; aplaza
constantemente las tareas tanto en casa como en el trabajo.
“Siempre tienen motivos por los que no
logran concretar las cosas. Y son creíbles”, explica Joseph Ferrari, profesor
de psicología en la DePaul University en Chicago, quien investiga la
procrastinación crónica. “Estos individuos no son de fiar”. Al parecer, se
trata de un problema de administración del tiempo, pero en realidad es una
falta de motivación y de autocontrol.
“Uno pierde tiempo que no tiene aduce
Pychyl—. Tenemos investigaciones que muestran que las personas lo lamentan
después: ‘Ay, ojalá hubiera comenzado antes. ¿Cómo lo logro?’”.
Algunos se demoran por miedo, entre ellos
Kelli Saginak, quien mantuvo por años un empleo que no le gustaba.
“El origen de todo es la renuencia a
venderme”, admite Saginak, de 56 años. “Es un gran temor a lo que los demás
piensen de mí. Si no me arriesgo, me comprometo o decido, no tengo que afrontar
el juicio ajeno. Pero, en realidad, soy yo quien se está juzgando”.
Aunque más tarde se arrepentirá por
posponer, su yo actual lo permite pues no requiere de mayor esfuerzo.
“Con frecuencia, nos podemos sentir bien a
corto plazo —asegura Pychyl—. Por esto se refuerza tanto. Por ello las personas
se reprochan: ‘¿Por qué sigo haciéndome esto?’”.
Algunos aceptan la pereza, porque creen
que se desempeñan mejor bajo presión. Los investigadores han rechazado esta
noción.
Ferrari comenta: “Hace años hice un
experimento con procrastinadores; les puse límites de tiempo. No obstante que
lo hicieron peor que los no procrastinadores, creyeron que lo habían hecho
mejor. Cometieron más errores y tardaron más”.
Efectos para la salud
Dicha conducta puede perjudicar la salud:
demorar indefinidamente seguir una dieta o hacer ejercicio quizá aumente el
riesgo de padecer una enfermedad cardíaca. No ir al médico cuando la dolencia
era más sencilla de tratar puede acortar su vida.
Fuschia Sirois, profesora de psicología de
la Sheffield University en el Reino Unido, estudia los efectos que el aplazar
tiene en la salubridad. “Si usted es perezoso y está preocupado por tener
síntomas de cáncer, tal vez su reacción sea evitar el asunto y retrasar la
búsqueda de atención”, asume. “Enfrentar el posible diagnóstico podría provocar
más ansiedad que ignorarlo, pero lleva a no tomar las medidas necesarias”.
Basta pensar en lo que ha dejado de hacer para que su aflija.
“Los que postergan experimentan mayores
niveles de estrés, tanto por haber dejado las cosas hasta el último segundo
como por sus propios sentimientos negativos y autocríticos acerca de su
negligencia”, revela Sirois. “Algunas investigaciones han mostrado que dicho
estrés aumenta su vulnerabilidad para contraer resfriados, tener alteraciones
digestivas, insomnio, migrañas y tensión muscular”.
Kate Romero pospone con frecuencia, y esto
le causa culpabilidad, vergüenza y síntomas físicos.
“A veces me quedo despierta toda la
noche”, refiere Romero, de 63 años. “He tenido problemas intestinales desde
siempre debido al entorpecimiento que he sentido para actuar de manera
oportuna”.
Problemas para dormir
Muchos aplazan irse a descansar a buena
hora, lo que puede causarles privación de sueño. Algunos pierden la noción del
tiempo y, «accidentalmente», se les hace tarde para acostarse. Otros
se mantienen en vela adrede porque creen que merecen relajarse. “Piensa: ‘Al
inicio del día había mucho por hacer’”, dice Joel Anderson, investigador y
profesor de filosofía en la Universidad de Utrecht, en los Países Bajos, quien
ha estudiado la procrastinación a la hora de irse a dormir. “Cuando llega la
noche, hay una decepción, sobre todo en un mal día: ‘Si me voy a dormir ahora,
el día no será lo que yo hubiera querido’. Eso es frustrante. Debe tener una
gran fortaleza a fin de no ceder a la ilusión de que conseguirá alargar los
minutos y rescatar la jornada”.
La jubilación puede detonar este mal
hábito entre los adultos mayores.
“Tal vez desaparezca la estructura de su
día”, puntualiza Anderson. “De pronto, no tienen rutinas ni impedimentos para
dormirse más tarde”.
Preocupaciones laborales
Si deja los proyectos hasta el último
minuto, puede que no esté inspirado o que le falte lealtad hacia su empleo.
“Descubrimos que las condiciones del lugar
de trabajo no dan pie de manera directa a la conducta en cuestión, sino que se
debe al aburrimiento que experimentan los trabajadores”, explica U. Baran
Metin, quien estudia la procrastinación laboral en la Universidad de Utrecht.
“Cuando tiene poco que hacer, uno se harta, y este estado mental lo lleva a
haraganear, lo que a la larga desemboca en un menor rendimiento”.
Aplazar las actividades puede afectar el
rumbo de su carrera si su jefe advierte su mal desempeño.
Envejecer lo cambia todo
Las personas tienden a postergar menos los
asuntos importantes conforme aumenta su edad. “Con el paso de los años, la
ilusión de nuestra inmortalidad se va esfumando”, dice Steel. “Se vuelve más
claro: ¿cuántos veranos nos quedan?, ¿diez?, ¿quince? En realidad, son finitos.
¿Qué voy a hacer en cada uno de esos veranos?”.
Percatarase de esto puede ayudar a que se
esmere en alcanzar las metas más relevantes.
“La vida no es un ensayo —lamenta Pychyl—.
“Hay que tomar las riendas y ser el artífice de nuestra vida. Así que cuando la
gente se da cuenta de la naturaleza existencial del tiempo no se detiene,
aunque siga procrastinando con las minucias del hogar”.
Cómo vencer la pereza
Pruebe estas tácticas:
·
Vea las acciones, no las
tareas. Para muchos, la tarea en sí no es el
problema, sino la inspiración para hacerla. Convencerse de llevar a cabo una
pequeña acción relacionada con la tarea, como, por ejemplo, ponerse las
zapatillas o leer un correo electrónico de su jefe, puede ayudarle a empezar.
“Solíamos creer que las conductas se guían por las actitudes, pero si uno logra
sacar las cosas adelante poniendo manos a la obra, eso lo anima”, afirma Pychyl.
“Se da cuenta de que eso es una fuente de motivación”.
·
Cambie su actitud. Encontrar algo agradable en el pendiente puede impulsarlo a
atenderlo. Las investigaciones muestran que la propensión a posponer es mayor
cuando a las actividades se les llama, por ejemplo, “evaluaciones cognitivas”
que cuando se les dice “divertidos rompecabezas”. “Si lo percibe como
obligación, pronto se puede convertir en una”, enfatiza Steel. “La moda de la
ludificación intenta hacer que las actividades cotidianas sean más agradables.
El disfrute de algo no es fijo, es modificable”.
·
Imagínese en el futuro. Si está postergando sacar cita con el médico o hacer ejercicio,
piense en una versión futura saludable de usted que esté al alcance de sus
manos. “Puede servir como una motivación para mejorar su salud y para todo lo
que podrá hacer si lo logra», argumenta Sirois. “No obstante, imaginar las
repercusiones negativas de no asistir a consulta, no cambiar la dieta o ser más
activos podría resultar contraproducente”.
·
Utilice la planificación
“si…, entonces…”. Las señales tienen el potencial
de llevarlo a la acción. Anderson estudió la eficacia de un temporizador de
regulación de luz a fin de ayudar a la gente a respetar la hora de reposar.
“Había una intención: ‘Cuando las luces se atenúen, voy a empezar a irme a la
cama’”, informa Anderson. “Tuvo un impacto significativo: logró que los
participantes se fueran a acostar a una hora más cercana a la prevista”.
·
Recompénsese. Identifique una actividad que disfrute e impídase hacerla hasta que
haya completado un deber poco atractivo. “Si le encanta un programa de
televisión, no lo vea hasta que no haya lavado los platos”, sugiere Ferrari.
“Si no lo hace, no lo ve”.
·
Celebre los pequeños
logros. Divida los proyectos en etapas más
pequeñas y registre su progreso. “Cuando logre algo, márquelo como ‘Hecho’,
para que sea capaz de ver que está progresando: ‘Déjenme seguir. Ya llevo el 50
por ciento’”, aconseja Metin. “El panorama general asusta más que los
detalles”.
Recientemente, Saginak ha estado dando pasos en su búsqueda de trabajo y se siente más
optimista. “He cambiado mi relación con la perfección y, en vez de eso, he
buscado la excelencia; la perfección es una celda”, comenta. “Ojalá me hubiera
dedicado a lo que me apasiona antes, en vez de tener miedo de correr el
riesgo”.