Año nuevo: tiempo de renovación, de confianza y de propósitos nuevos.
Es fin de año y, como todo cierre, trae consigo un regalo: la oportunidad de revisar lo que hicimos y prepararnos para lo que sigue. Nadie puede adivinar lo que nos espera el año próximo, pero no necesitamos saberlo. Basta con darnos cuenta de que el mundo está en plena transformación y que, para mantenernos en equilibrio entre tantos cambios, debemos estar en armonía con nosotros mismos.
No me refiero solamente a tener estabilidad emocional, sino a sentir que valemos, que tenemos algo importante que ofrecer al mundo y que lo estamos haciendo. Pienso que la inestabilidad en una persona comienza cuando su forma de vivir no coincide con sus valores ni con su propósito en la vida. Por eso, aprovechemos este tiempo para renovarnos y empezar con confianza un año nuevo. El mejor de nuestra vida… hasta ahora.
Todos tenemos algo que ofrecer
La vocación no siempre coincide con el trabajo que hacemos, pero esto no impide que podamos ejercerla. Si su vocación es servir, por ejemplo, ponga toda su atención en las necesidades de las personas, sean clientes o compañeros de trabajo; si es educar, esfuércese por inspirar a los demás a través de sus palabras y sus acciones.
Si dejamos que nuestra vocación aflore en cada momento de la vida, con ella también vendrán la alegría y la satisfacción de sentirnos útiles. A veces, no es necesario cambiar de trabajo, sino nuestra forma de hacerlo.
Demos siempre lo mejor
Con el paso de los años me he dado cuenta de que cada vez tengo menos metas que cumplir. Esto no significa que ya no tenga deseos, sino que intento ver el futuro sin ansiedad. Dar lo mejor de uno mismo en cada situación, con cada persona, nos produce una sensación de seguridad que ni el mejor plan de futuro puede ofrecer.
Por eso, hagamos nuestro mayor esfuerzo en cada momento, y así se disipará la angustia que nos causa pensar tanto en lo que vendrá. Es mejor concentrarnos en buscar armonía en el presente.
Seamos auténticos
Es verdad que las cualidades de otras personas nos pueden inspirar y servir de modelo, pero cada cual tiene virtudes propias y un camino que seguir. No hay nada más triste que dejar de ser uno mismo para intentar parecerse a alguien más. Cuanto más a gusto nos sentimos con nuestra personalidad, más fácilmente nos movemos en la vida.
Autenticidad, honestidad y una buena dosis de amor propio son la clave para desarrollar al máximo nuestro potencial.
Miremos hacia dentro
Tendemos a fijarnos demasiado en los otros, en lo que hacen y lo que dicen, en sus triunfos y sus desgracias. Y cuando algo no nos gusta de ellos, queremos que cambien. Pero no podemos controlar a los demás, por muy buenas que sean nuestras intenciones. Mirar hacia dentro para conocernos mejor, cambiar lo que podemos y aceptar lo que no, es el camino para estar en paz con nosotros mismos… y con los demás.
Dejar un lugar a Dios
No se necesita ser religioso para creer que existe un poder superior, y reconocer que ese poder forma parte de nuestra vida es esencial para sentir paz. No conozco a nadie que haya logrado todo por sí solo. Siempre estamos planeando y trabajando con ahínco, pero el último paso lo da Dios. Por eso, permitamos que ocupe un lugar en nuestra vida. Porque aunque tengamos grandes planes, Dios siempre tiene uno mejor para nosotros.