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¿Qué cuidados especiales requieren los días de sol?

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Se acerca el verano, por eso te adelantamos algunos consejos para cuidar tu cuerpo del sol.

¿Hidratación o humectación?

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Sabemos que la piel se deshidrata por agentes externos como el viento, la exposición al sol, la calefacción, el aire acondicionado, el uso de detergentes, o el tabaco. Pero también, por factores intrínsecos como la carencia de vitaminas, la mala alimentación o el envejecimiento.

Entonces, cuando uno piensa en protegerla, piensa en hidratarla, lo cual pareciera ser un sinónimo de agregarle agua. Pero ¡cuidado! No por mojarse la cara directamente con el agua de la canilla su piel va a absorberla, por el contrario, esa exposición directa provoca tirantez, sequedad y descamación. La solución se encuentra en dos procesos: la hidratación y la humectación, conceptos que muchas veces usamos indistintamente, pero que no tienen el mismo significado. Aquí, una clara explicación de ambos:

Cuando hablamos de hidratación hacemos referencia al fenómeno natural por el cual el agua llega a la piel desde la sangre. En cambio, por humectación, entendemos el modo en que la piel retiene los aportes de agua provenientes del exterior mediante distintos preparados que contienen agua y otros elementos de origen vegetal, animal o mineral.

Por eso, las cremas humectantes funcionan formando una barrera protectora que evita que se evapore la humedad natural de los tejidos. Estas cremas son de textura ligera la cual forma una película que favorece a que la dermis absorba y conserve la humedad del medioambiente. Son ricas en vitamina E y otras sustancias capaces de retener la humedad en la superficie.

Las cremas hidratantes no solo impiden que la piel pierda su humedad sino que además aportan la cantidad de agua necesaria para las funciones metabólicas de las células. Actúan en las capas profundas de la piel y su textura suele ser más densa. Pueden ser simples, a base de aceites vegetales y recomendadas a partir de los 20 años, o complejas, con sustancias activas como vitaminas, sales y minerales, recomendadas para después de los 30.


Mitos acerca del sol

Bronceado perfecto es lo que buscamos cada verano. Sin embargo, esta costumbre conlleva conceptos equivocados… y peligrosos. El doctor Fernando Stengel, presidente de la Fundación del Cáncer de Piel Argentina y jefe del Servicio de Dermatología del CEMIC, y la doctora Dolores Velázquez, miembro titular de la Sociedad Argentina de Dermatología, aclaran qué hay de mito y qué de verdad en lo que se dice acerca de los cuidados del sol.

1. La elección y uso de protectores solares depende de las características físicas de cada persona. Todos los tipos de piel blanca requieren protección mínima (FPS-factor de protección solar- 15). Idealmente debemos utilizar FPS 30 o más, dado que al aplicar el producto se pierde aproximadamente un 50% de su FPS declarado y, por lo tanto, tiene menor eficacia. Las personas de tez negra, si bien tienen menor incidencia de lesiones solares tienen indicación de utilizar el mismo FPS que las personas de tez blanca.

2. Antes de las 10 hs y después de las 16 hs el sol es seguro: no es necesario usar protector solar. “¡No mire el reloj, mire la sombra!”, aconseja Stengel. Si su sombra es más corta que su altura, significa que el sol está muy fuerte. Si, en cambio, su sombra es más larga que su altura, el riesgo es menor. El sol varía su intensidad según la estación del año, según la hora, la latitud y las características del suelo (la nieve, el hielo y la arena reflejan más que la tierra y el pasto) así que guiarnos por los horarios a veces resulta relativo.

3. Es más sano caminar y moverse mientras tomo sol que tumbarse o estar inmóvil. Sin duda caminar y moverse es más sano porque permite cambiar el ángulo de incidencia del sol sobre la piel y esto posiblemente dañe menos. La postura inmóvil y acostada, de “adorador del sol”, es particularmente nociva. De todos modos, aunque uno esté en movimiento es necesario utilizar protector solar.

4. Para protegerme del sol es suficiente con estar a la sombra. Incorrecto. Es una gran ayuda, pero si uno está sentado debajo de una sombrilla con las piernas al lado de la arena se van a quemar mucho por la reflexión de los rayos UV. Se requiere una distancia de sombra no menor a un metro para alejar el peligro de quemadura. 

Contra viento y marea

Aquí, algunas de las batallas a las que el verano nos desafía y los secretos para enfrentarlas:

  • Desgaste por el sol: tal vez no lo sabía, pero así como existen protectores solares para la piel, ¡también los hay para el cabello! Son uno de los inventos más valiosos para cuidar la fibra y el color del pelo durante esta estación. Se aplican antes de exponerse al sol y gracias a su filtro UV protegen la queratina (proteína fibrosa fundamental en la estructura interna del pelo) de la radiación y refuerzan el esqueleto capilar; muchos además son resistentes al agua.
  • Erosión por sal, arena y cloro: el agua de mar y la de la pileta son el enemigo número uno de cualquier tipo de cabello, y en especial, del cabello teñido. Por eso, lavarse regularmente el pelo es fundamental en esta estación: el champú barre residuos y devuelve la docilidad al cabello; si opta por uno ideal para el verano, mejor. Estos cuentan con componentes especiales que protegen aún más el cabello. Para los cabellos teñidos, conviene utilizar sustancias antioxidantes, como la vitamina E, que reparan el daño de la coloración y prolongan el color.
  • Cabello reseco y quebradizo: durante esta época el pelo requiere más hidratación que nunca, por eso es necesario aplicar el acondicionador con especial cuidado en el largo y las puntas para que se hidrate y se desenrede fácilmente, y evitar así que el peine lo “cortajee”. Si todavía no probó con un sérum (suero, en francés), el verano es la excusa perfecta. Se trata de una solución utilizada para mejorar la textura y el aspecto del cabello, que sella cutículas, da brillo y flexibilidad, y puede aplicarse tanto sobre el cabello húmedo o seco.
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