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Un gesto de amor en Nochebuena

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Más de 4000 familias podrán tener una cena navideña.

El eco de la voz de Marcela Andreone retumba en las paredes del pabellón de exposiciones gigante y vacío al que recién llega, junto con su marido y sus tres hijos. El lugar solo está decorado con atuendos navideños rojos y verdes, nada más.

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Son alrededor de las 7:00 del domingo de diciembre anterior a la Nochebuena de 2009 y la ansiedad ya se adueñó de ella.

Va a ser un día difícil, diferente a todos los demás, y el riesgo de que algo salga mal, la atemoriza. De todas maneras, todos los años pasa por la misma situación como si fuera la primera vez. Y así como Marcela, otras doce mujeres, que van llegando al lugar, sienten algo parecido.

En un par de horas, ese pabellón del complejo Costa Salguero, en la costanera norte de Buenos Aires, que ahora luce frío y deshabitado, se convertirá en un hervidero de gente con cajas llenas de alimentos y regalos para compartir con otras familias de bajos recursos de algún punto de la Argentina.

Eso es lo que las tiene tan nerviosas: la responsabilidad que acarrea semejante misión. Así y todo, están felices y expectantes. Estas mujeres llevan adelante la iniciativa Nochebuena para Todos, en la que dos familias, sin conocerse, comparten una cena de Nochebuena. Eso, multiplicado por miles.

Ellas son el nexo necesario.
“Este proyecto no se trata de una ayuda caritativa ni de la entrega de una caja de comida, es un gesto de amor, un regalo, una forma distinta de disfrutar la Navidad ayudando a alguien que no tiene qué comer en esta fecha tan especial”, resume Marcela.

La idea es simple: se toma una caja, se le introducen alimentos como para una cena navideña (hay una lista preestablecida), algunos regalitos, una carta de presentación contando lo que se desee, una foto, luego se la cierra y se la envuelve como un regalo. Lista para llevarla.

Es media mañana y, tal como se esperaba, las familias empiezan a llegar con sus cajas navideñas. Con dibujos infantiles y forrados en papeles de regalos de colores, cientos de bultos se van apilando por todas partes; luego serán subidos a varios camiones que, repletos, saldrán para distintas localidades del país.

“El pabellón empieza a cobrar vida”, comenta Mercedes Miguens que hace siete años que forma parte del proyecto y siempre que puede suma a sus tres hijos como voluntarios. Ver llegar a las familias la colma de emoción.

“Es que no es una compra de supermercado, la caja con alimentos representa un lazo genuino con otra familia. Cada uno sabe a quién va cada caja”, explica Miguens.

La devolución de ese regalo navideño también es invaluable. “Es hermoso cuando la familia que recibe la caja nos escribe una carta de agradecimiento, contándonos cómo pasaron la Nochebuena, muchos ni siquiera pueden entender que haya gente que se acuerda de ellos”, explica Paula Furlong, madre de cinco hijos, que hace más de diez años se ocupa de empacar cajas navideñas.

Cuando alguien tiene ganas de hacer una caja, se contacta con Nochebuena para Todos y allí le asignan una familia con sus datos: cuántos integrantes tiene, las edades, hasta el número de calzado que usa cada uno, e incluso mencionan algunas necesidades más como frazadas. “Hace varios años nos juntamos con Cáritas que tienen los mejores datos para estos fines”, cuenta María Espigares, otra de las integrantes de la iniciativa.

Además se brindan indicaciones de cómo armar la caja y qué puede tener dentro y qué no, pero lo esencial es que todos cumplan con el principal requisito de una cena completa con entrada, plato principal y postre, tal como se acostumbra en las fiestas, y un regalo para cada integrante.

“Lo mágico no solo es cuando uno entrega la caja sino que durante dos meses uno tiene los datos de la familia, y la piensa: cómo serán, qué les gustará, es como que uno va conociendo a la familia”, dice Marcela.

La premisa es que la noche del 24 de diciembre sea diferente.

Justamente una Nochebuena distinta era lo que buscaba un grupo de mujeres que ayudaba con ropa y alimentos a la gente que se acercaba al comedor de una parroquia en Talar de Pacheco, en el Gran Buenos Aires. Un día, una mamá le contó a una de las voluntarias que, como el comedor cerraba durante las fiestas y no tenían qué cenar, ella les daba a sus hijos un mate cocido con pan y los acostaba temprano. La crudeza de ese dolor generó el impulso para empezar a preparar cajas con alimentos para esa gente. “La misma comida que hacíamos para nosotros, la cocinamos para los demás”, recuerda Mercedes.

La primera entrega fue de 40 cajas  el mismo 24 de diciembre, al año siguiente fueron 80, al tercero, 300. Hoy, diez años después, son 4.000 que llegan a Buenos Aires, Tucumán, Salta, Corrientes, Santiago del Estero y Chaco. En realidad son más porque Nochebuena para Todos se replica en varias localidades del país y las organizadoras lo alientan.

En Tucumán, Cora Laquaire cuenta que comenzó con el proyecto hace ocho años y hoy son más de 2.000 familias tucumanas las que reciben cajas navideñas. “Incluso llegamos a pueblitos olvidados, hay que ver el rostro de felicidad cuando reciben la caja. La abren y no buscan los alimentos, sino leer la carta de la familia que se la regala”, recuerda emocionada.

“No es difícil armar un proyecto como éste. Nosotros no hacemos publicidad ni nada, es todo del boca a boca y hoy con la fuerza de las redes sociales se puede lograr fácilmente. No hay límites”, opina Marcela.

Son las 19:00 del domingo y ya se está yendo el último de los treinta camiones lleno de cajas. La gente aplaude y saluda emocionada. El pabellón está sucio, plagado con papeles por todos lados, pero eso no les importa demasiado a las mujeres de Nochebuena para Todos. “Es un placer ver todo vacío”, resume Marcela. Ya no tiene la ansiedad de la mañana ahora está agotada, pero tranquila, la embarga el sentimiento de que la misión ha sido cumplida.

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