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Conocé Varsovia desde adentro

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Descubrí los hermosos paisajes y experimentá las fascinantes experiencias que ofrece la ciudad de Varsovia.

Un recorrido en primera persona

Comienzo mi caminata por la costa del río Vístula. El centro de mi país. En el medio de Europa. Cuando observo hacia el norte, siento la presencia de las arenosas playas del Mar Báltico. Giro hacia el sur y enfrento lejanas montañas. Allí la gente todavía usa sus tradicionales sombreros. Todos bromean mucho. Si usted pregunta, ¿qué tiene este plato? “Una ardilla grande,” rematará el mozo.  Bromean a cualquier edad. La diversión debe ser como el elixir mágico de la juventud.

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Es mayo. Unos pocos aún celebran en este mes el Día de los Trabajadores; en su lugar, ahora la mayoría hace honor a un día de fiesta suprimido bajo el régimen anterior: el 3 de mayo, la fecha que recuerda cuando Polonia adoptó la primera constitución democrática de Europa, en 1791*. Pero todos aprovechan el día feriado. Algunos salen de la ciudad, otros asisten a los “templos de la nueva era” —los paseos de compras— o miran un desfile de jinetes. Voy al Parque Lazienki, en donde el rey que promovió la constitución del 3 de mayo tenía su residencia. ¿Por qué un gobernante tan tolerante y educado, que hospedó a artistas y a filósofos, no pudo proteger a Polonia de la ambición de sus vecinos?

Los castaños que se alinean en el paseo están floreciendo a pesar del frío (¿cómo se podría clasificar el clima aquí, acaso “templado”? Cuanto menos “imprevisible”; uno nunca sabe si el verano vendrá en verano).

La gente alrededor del Palacio de Agua saca fotos y alimenta a los pavos reales que, sólo en ocasiones, los recompensan aventando sus resplandecientes colas. Los artistas pintan retratos. Una muchacha con su peinado de cola de caballo se sienta con la barbilla erguida para parecer tan adulta como sea posible.

El estacionamiento del restaurante de lujo que se ubica dentro del Naranjal Real está repleto de autos caros, una vista inimaginable hace 20 años. A través del cristal se puede ver a los comensales en mesas de color pastel. Por la pared lateral gente menos glamorosa toma sol.

Mi país está cambiando. Los adolescentes no saben lo que significa hacer largas colas para comprar azúcar, con vales de racionamiento. Observar a dos adversarios políticos que discuten en TV es la cosa más natural del mundo para ellos. El show interminable va, a veces, más allá de lo que un guionista de comedia pudiera imaginar. Los hechos que explotan en los medios de comunicación viven vidas intensas, pero cortas. Tiempos de transición.

Mientras continúo camino arriba recuerdo que comienzan los exámenes de graduación. Esos jóvenes que se cruzan a mi paso pueden elegir dónde estudiar, en cualquier destino del mundo. Tal libertad era algo impensable hasta no hace mucho tiempo.

Música clásica por todos lados

Arriba, por detrás de los árboles, llega el sonido de un piano. A pesar del clima cambiante, el concierto —en el monumento de Chopin— está en curso. Es especial, como toda la ciudad, no por su originalidad sino porque fue reconstruido con sumo cuidado, luego de haber sido metódicamente destruido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora, en el parque, espectadores eventuales respiran al unísono esta música sublime. Oigo a alguien decir: “Nunca vi a un pianista tocar con el abrigo puesto”.

El rostro frágil de una hermosa anciana se ilumina con una sonrisa. Lo increíble ha llegado a ser algo común y corriente en esta ciudad.

“Puede ser que vivas tiempos interesantes”, reza una maldición. La mujer obviamente tuvo que responder a ese desafío. Y aquí está ella. Escuchando el fluir de las notas. La canción continúa.

Anna Esden Tempska es editora  en jefe de Reader’s Digest Polonia

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