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Tocopilla: un pueblo detrás del fútbol

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El equipo de fútbol amateur de Tocopilla conmueve a sus fanáticos en cada presentación. Descubrí cómo un sueño se hizo realidad.

Patricio Pizarro, de 19 años, no está seguro de querer ser fotografiado. Está embolsando las compras de los clientes del único supermercado de Tocopilla, el Colón. Siente pudor. Formado como futbolista en el club Santiago Morning, llegó de la capital a principios de este año. El arquero es una de las figuras de Deportes Tocopilla, el equipo que ha revivido la gloria deportiva en este pequeño pueblo desértico. Gloria que brilla más porque ningún jugador tiene sueldo en el club y él no es la excepción. No obstante disfruta de un privilegio: es el único de los jugadores que almuerza y cena gratis todos los días en el restaurante La Casa de don Julio, propiedad del presidente del club, Roylester Mendoza. Hace quince días se cansó de no tener dinero para tomar el desayuno o para comprar el diario, y se acercó a la tienda para solicitar trabajo. No había.

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Volvió a la semana, le pidió autorización a una cajera y comenzó a embolsar los productos con una habilidad y rapidez insólitas. Después de todo lleva más de 14 años ejercitando sus manos con objetos redondos y resbalosos. Recibe hasta 20 mil pesos diarios (unos 30 dólares) en propinas.

Cien años jugando en tierra. En lengua aymará Tocopilla es “Quebrada Grande”, y se ubica estrechamente entre dos planicies litorales de la cordillera de la Costa que casi tocan el océano Pacífico, a unos 1.500 kilómetros al norte de Santiago. Fue un enclave estratégico durante la Guerra del Pacífico (1879-1883), y pasó de ser boliviano a chileno el 22 de marzo de 1879. En el siglo XX, con el vigor de la industria del cobre y del salitre, arribaron norteamericanos y con ellos el béisbol. Los operarios de la Chile Exploration Co. (actual Codelco, la productora de cobre número uno a nivel mundial) les enseñaron a los niños de la zona sur del pueblo, donde residían, a jugar béisbol. Han ganado más de 25 campeonatos nacionales, incluido el de 2008.

No sólo las pelotas son bateadas aquí. El terremoto del 14 de noviembre de 2007 alcanzó el grado 7,7 en la escala de Richter y dejó a la ciudad knock out. Es la séptima vez que Tocopilla —casi equidistante entre Iquique y Antofagasta, las dos ciudades más importantes del litoral del norte grande chileno— es arrasada por movimientos telúricos, tsunamis o aluviones.  De sus 25 mil habitantes sólo fallecieron dos (la hora del siniestro —cerca de la una de la tarde, cuando la mayoría de la gente estaba fuera de sus hogares—, explica la baja mortalidad), pero el 95 por ciento de las viviendas y edificios fue afectado. Entre ellos, el centro hospitalario. Para colmo, en la ciudad casi no existen superficies vacías planas, por lo que el Ejército encontró en la cancha del Estadio Municipal Ascanio Cortés Torres el sitio ideal para levantar un hospital de campaña, que funcionó por casi diez meses.

Deportes Tocopilla, entonces, entrenó en una superficie de carboncillo y ceniza cedida por la empresa generadora Electroandina, volvió al campeonato en abril y jugó todos los partidos de la primera rueda de visita. Eso explica en parte una campaña mediocre en la liga de la Tercera División. Cuando el centro de salud se levantó, hace tres meses, un proyecto del organismo deportivo nacional y la municipalidad dotó de césped sintético al estadio.
Más de una centuria de fútbol en tierra había terminado.

Al deporte rey se juega desde que se constituyó el pueblo: lo trajeron —quién más— los ingleses, pero la Asociación Nacional de Fútbol Amateur invitó recién en marzo de 2006 a Deportes Tocopilla a integrarse a la nueva liga Tercera División Zona Norte (que agrupa a clubes de Tarapacá y Antofagasta), pues a los dos únicos equipos del área que participaban en la categoría —Arica e Iquique— les era muy costoso viajar a Santiago para competir.

De inmediato los más comprometidos, liderados por el alcalde, Luis Moyano, montaron una campaña de recolección de dinero para comprar vestimentas, pagar la inscripción del equipo en la asociación, comprar los pases de los jugadores y el viaje para el primer partido, ante Iquique. Las radios Actual, Makarena y Continente, la web tocopillaonline.net y el diario La Prensa convocaron a un gran show en la plaza de armas y a una celebración en la disco Puerto Pelícano; finalmente, la generadora Electroandina aportó lo que faltaba para llegar a poco más de cuatro millones de pesos (unos seis mil dólares), y cumplir los compromisos. Era abril de 2006 y hubo una gran fiesta en la ciudad.

110% amateur. Deportes Tocopilla es un club amateur: excepto el entrenador y el utilero, sus miembros no reciben paga. Ni sus 25 jugadores ni el preparador físico ni el paramédico. El promedio de edad del plantel es de 18 años. Trabajan en las empresas de la localidad en condiciones complejas (como los jugadores Medina, Cuello y Vargas, que llegan a entrenar tras pasar horas alimentado las calderas de la generadora eléctrica con carbón) o en la construcción y reparación de viviendas. O empaquetan mercaderías. Entrenan —los que llegan— martes, miércoles y jueves entre las 20 y 22 horas. El presidente del club, el empresario Roylester Mendoza, de 52 años, oficia, si es necesario, de camillero, y sus amigos del Rotary Club venden las entradas y ayudan en otros menesteres.

Zona saturada. Todos los tocopillanos lo saben, el aire huele a metal. Llama la atención el polvillo adherido en los vehículos y en las fachadas de los edificios. No es tierra del desierto. Es anhídrido sulfuroso que, junto a partículas de níquel y vanadio, emana día y noche desde las generadoras de electricidad. Se trata de plantas que usan petróleo pesado y carbón para alimentar de energía eléctrica a Chuquicamata, la mina de superficie más grande del mundo, a las salitreras y al Sistema Interconectado del Norte Grande. También emana material particulado desde la terminal de almacenamiento de Soquimich, que produce y exporta salitre. Hasta las fuentes de poder de las computadoras se impregnan. Una niebla se posa sobre la ciudad día y noche. El efecto visual espectral del poblado entre los cerros, las chimeneas industriales y el océano Pacífico es inquietante.

Pero más inquietante todavía es la alta incidencia de afecciones pulmonares y cáncer. Cada cierto tiempo la gente se manifiesta en las calles. Pero la institucionalidad medioambiental chilena es débil y muchos tocopillanos trabajan en esas empresas.

La ciudad es estrecha entre las colinas resecas. La verdad, poco vistosa. No obstante está acostumbrada a cierto estrellato: quizás menor, pero no por ello despreciable. Acostumbra a ser noticia. Ya sea por una catástrofe natural; por la fuerza que alcanzaron otrora los movimientos de reivindicación de los trabajadores (una estatua homenajea a Luis Emilio Recabarren, líder de los asalariados, fundador y director del diario El Trabajo, en 1903, y del primer gran sindicato minero), por las acciones de sus habitantes para llamar la atención del gobierno central por ayuda en tiempos de crisis (han puesto banderas negras en sus casas e incluso bolivianas); por la contaminación; o por algún gran jugador de fútbol (como Alexis Sánchez, que de vendedor de pescado pasó a la selección nacional y hoy es figura en el Udinese de Italia). Y, claro, por el club local.

Notoriedad no es lo mismo que felicidad. En los últimos meses el precio del cobre ha bajado en los mercados mundiales, todos gastan menos anticipando tiempos de vacas flacas. No hay resignación pero sí un cierto malestar, una incomodidad que se libera en noches agitadas de diversión, o en la cancha del Ascanio Cortés Torres, donde entrena y juega la Furia Roja. el alias de Deportes Tocopilla.

El ejemplo Félix Toro Díaz. Amanece nublado —como uno de cada tres días de la zona desértica costera— el viernes de octubre que Deportes Tocopilla recibe a Revisora Ormazábal de Antofagasta, conocido como El submarino amarillo. En el vestuario, Manuel Soto, el entrenador, recalca con fuerza a sus jugadores que si hay un partido que no pueden perder es éste y cita el legado del recientemente fallecido Toro Díaz como inspiración para dejar hasta el alma en la cancha.

“Felix corría por la cancha, se pasaba a cinco jugadores, hacía una pausa, se sentaba en el balón, apoyaba su cabeza en su mano, todos perplejos; se paraba y seguía corriendo y dribleando”, recuerda Ricardo Huerta, de 80 años, conmovido por la desaparición de su amigo.

«Vamos a correr hasta morir en la cancha. Tenemos el ejemplo del tata Félix», gritó Álvarez.

“Por aquí pasaron Colo Colo, la Universidad de Chile, la Universidad Católica, pues antes los equipos profesio- nales realizaban pretemporadas con clubes amateurs; o sea los grandes del fútbol chileno, y todos cayeron.  A la U le ganamos 3 a 2 en el ‘52 y Félix hizo dos goles. El único que nos ganó fue Ferrobadminton, también en los 50. Nadie más. Y por aquí pasaron equipos peruanos, bolivianos y argentinos”, rememora Huerta, con nostalgia y pena. Con Toro a la cabeza, Deportes Tocopilla fue subcampeón en el torneo nacional disputado en 1953 en María Elena, una antigua salitrera. El crack recibió en 1963, en Santiago, el Cóndor de Oro, distinción del Círculo de Periodistas Deportivos de Chile, en un Estadio Nacional repleto.

“Hoy vamos a correr hasta morir en la cancha. Tenemos el ejemplo del tata Félix”, grita Álvarez, uno de los más experimentados.
Salen a la cancha Pizarro, Acori, Álvarez, Plaza, Cuello, Echeverría, Orellana, Vásquez, Medina, Villanueva  y González.
El partido es trabado. Hay goles de Sebastián Plaza de cabeza para Tocopilla y de David Aranda para Ormazábal. El cuerpo técnico de Tocopilla salta furioso desde la banca a la cancha para increpar al referí, quien marca como legítima la conquista. Más de 200 personas le gritan de todo al juez y al lineman. El entrenador local vocifera al cielo que esto pasa porque el árbitro es de Antofagasta, igual que el equipo rival. El hombre de negro, molesto, lo expulsa de la cancha, pero Manuel Soto sigue el juego desde la puerta del vestuario, junto a los carabineros, que lo miran con
comprensión.

En el entretiempo, Soto escucha en silencio las quejas de todos contra el árbitro. Tras unos minutos de desa-hogo de sus pupilos, el entrenador le recuerda con vehemencia al arquero que no alegue ningún cobro porque tiene tarjeta amarilla y no hay reemplazante. Luego con su mano sobre una mesa traza círculos y rectas mientras rediseña la estrategia pues el partido está abierto y uno de sus puntales, Sergio Vásquez,  fue expulsado.  En el segundo tiempo Tocopilla está a punto de desnivelar, pero no lo logra.

La verdad es que Deportes Tocopilla está en problemas porque algunos jugadores prefieren los partidos de la liga vecinal y los otros viven un perío-do de desmotivación. No llegan todos a entrenar o a los partidos oficiales. Al compromiso anterior —en Pozo Almonte— el equipo llevó apenas 13 jugadores, que tardaron siete horas en recorrer los 280 kilómetros porque se pinchó un neumático del ómnibus y, tras cuatro horas de hacer dedo en la ruta en medio del desierto, siguieron su periplo en autos y camiones. El equipo está penúltimo y el reglamento dice que los dos del fondo desaparecerán de la liga.

Casi la gloria. Era distinto hace pocos meses en la Copa Chile, torneo paralelo a las ligas en que participan los equipos de las tres divisiones: el club eliminó a Mejillones por penales. Y también en agosto dejó en el camino a Municipal Iquique, equipo con largos períodos en Primera División.  Finalmente se enfrentaron con Cobreloa, club varias veces campeón nacional y finalista de la Copa Libertadores de América. Mantuvieron el empate a cero hasta el comienzo del segundo tiempo, para caer por tres a uno ante tres mil personas que llenaron el Ascanio Cortés.

Tras esos partidos, la dirigencia del club acordó que el ingreso extraordinario por concepto de entradas de más de dos millones de pesos (unos tres mil dólares) se entregara a los jugadores para su reparto, pero estos guardaron estricto silencio sobre cuánto recibió cada uno.  

Al abandonar el estadio, me reencuentro con Ricardo Huerta que camina algo molesto por la poca entrega del equipo.
“Antes ninguno de noso-tros jugaba por dinero. Lo que importaba era la gloria de Tocopilla”.
Y si bien la solidaridad de un grupo agobiado por el sacrificio permanente se mantiene como norma de vida, por momentos flaquea. Hay un lazo, una lealtad que no se rompe, reflexiona: “Los tocopillanos son como los chilenos: en cualquier parte del mundo uno se encuentra con uno. Yo lo he vivido, pero no sé qué tiene este pueblo que al final todos regresan a hacer familia y a morir aquí. Como mi amigo Félix. Como yo”.

La mano que se nota

Manuel Soto, de 50 años, experimentado en dirigir clubes de la tercera división, se retiró del fútbol a los 25 años por una lesión. Lleva más de 20 entrenando a equipos de Segunda y Tercera División, y cuenta con orgullo haber estado en la partida de grandes como Roberto “Cóndor” Rojas, para muchos el gran arquero chileno de toda la historia. A cargo del equipo desde junio del año pasado, se ha esforzado por limitar el amateurismo local y por generar disciplina.

“Los mejores jugadores del mundo no han llegado a ser técnicos destacados porque no tienen formación como entrenadores o carecen de experiencia…”, apunta.

“Los cabros juegan por amor a la camiseta; sudan la gota gorda en la cancha, lo dejan todo. Muchos trabajan todo el día y llegan a las ocho de la noche a entrenar. Todos reconocen eso. Pero a veces sus impulsos juveniles los llevan al desorden, algunos se desubican y salen de fiesta la noche previa a los partidos. Son pocos, pero cuando eso pasa en un pueblo chico se sabe. Y el que se desordena no juega”, sentencia inmerso en su buzo rojo intenso, que él consiguió para todo el equipo con Electroandina.

Este pueblo es reconocido como fuente de buenos jugadores.

Hoy hay jugadores como Dinko Araya, de 13 años, que es mejor que Alexis Sánchez a su edad. Es espectacular y en un par de años va a valer un millón de dólares.

¿Cuál fue su mayor satisfacción desde que dirige aquí?

Hay muchas…. La Copa Chile, eliminar a Mejillones y Arica, ambos equipos profesionales. Y después el partido con Cobreloa, en el que íbamos 1 a 1 hasta el minuto 15 del segundo tiempo…. Observar a los profesores de educación física de los colegios como toman nota de los ejercicios que hago en los entrenamientos. Humildemente, hay una mano que se nota.

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