La tiroides es una glándula problemática. Historias reales que pueden ayudarte a conocer un poco más su funcionamiento.
Hacía seis meses que no veía a mi amiga Jo. Sabía que tenía
problemas de salud, pero cuando volvimos a vernos, en un festival de blues, me
impresionó mucho su aspecto tan cambiado. Jo siempre había sido delgada, pero
ahora, a sus 31 años, estaba flaca como un fideo. Antes siempre alegre y de
ojos radiantes, ahora se le notaba nerviosa y llena de ansiedad. La base del
cuello se veía gruesa e hinchada, y el ojo izquierdo, grande y saltón.
Cuando la miré de
perfil me pareció que seguía siendo bella, pero de frente estaba irreconocible:
asustada y con mirada de loca. Me explicó que al darse cuenta de que el ojo se
le hacía cada vez más grande, finalmente había decidido buscar ayuda.
Al sospechar de una
posible disfunción de la glándula tiroides, su médico le ordenó hacerse un
análisis de sangre y luego la remitió a un especialista. Los síntomas de Jo
—temblor incontrolable, palpitaciones, pérdida excesiva de peso, sofocones y
apetito insaciable— eran señal de hiperactividad de la tiroides, enfermedad
autoinmune conocida como mal de Graves o hipertiroidismo. “También iba con
mucha frecuencia al baño”, cuenta Jo. “Los síntomas aparecieron gradualmente,
pero lo único que pensé fue que era un poco extraño”.
Por suerte, 18 meses
después del diagnóstico, el “ojo saltón” de mi amiga volvió a acomodarse en su
órbita y la tiroides casi recuperó su tamaño normal.
Pero por un capricho extraño del destino, poco después de mi encuentro con Jo
empecé con unos temblores persistentes e incontrolables, si bien apenas
perceptibles. Con todo, alarmaron a mi fisioterapeuta cuando fui a consultarlo.
Una ecografía y otras pruebas revelaron que yo también tenía hipertiroidismo.
Sólo al hacer memoria
me di cuenta de que muchas molestias de salud que había tenido y a las que no
le había dado la menor importancia eran síntomas de la enfermedad: intolerancia
al calor (al fin y al cabo, era verano), caída de cabello (bueno, a todas las
personas se les caen unos 100 cabellos por día), mayor apetito, imposibilidad
de relajarse, flujo menstrual más acuoso y menos abundante de lo habitual, y
ganas frecuentes de orinar. El doctor me recetó propiltiouracilo, un
medicamento antitiroideo.
La mayoría de las
personas que padece hipertiroidismo lo contrae entre los 30 y 50 años de edad,
al parecer, por predisposición hereditaria, y aflige a muchas más mujeres que a
hombres: la proporción es de 10 a 1.
La tiroides es una pequeña glándula con forma de mariposa situada en la base
del cuello, y su función es producir hormonas que regulan el metabolismo, el
crecimiento corporal y el desarrollo del cerebro en el feto.
El hipertiroidismo o
mal de Graves se desencadena cuando la glándula es atacada por
anticuerpos,
lo que provoca que produzca demasiadas hormonas tiroideas, que se agrande
(condición conocida como bocio) y que el ritmo metabólico se acelere. En
alrededor del 40 por ciento de los casos, los anticuerpos también atacan los
músculos oculares, lo que produce exoftalmia, u ojos “saltones”.
El agrandamiento ocular
disminuye o desaparece al cabo de tres meses en la mayoría de los casos, pero
llega a durar hasta tres años. “También puede haber hinchazón alrededor de los
ojos, enrojecimiento, picazón, lagrimeo y la sensación de tener granos de arena
en los ojos”, explica Jack Wall, especialista en este trastorno. “En algunos
casos, el daño a los músculos oculares causa visión doble”. Y el daño puede ser
permanente.
¿Cuál es la causa exacta de la hiperactividad tiroidea? Los especialistas no
están seguros, pero creen que factores ambientales como el estrés o una
infección alteran algo en la estructura genética de la persona. “No hay duda de
que existe un componente hereditario”, asegura el profesor Creswell Eastman,
director de endocrinología y diabetes en el Hospital Westmead, en Sydney.
El tratamiento
habitual consta de dos etapas. En la mayoría de los casos, el médico reduce la
producción de hormonas tiroideas por medio de fármacos que se suministran
durante un período de 12 a 18 meses. Si esto no funciona, la alternativa es
extirpar la mayor parte de la glándula tiroides o destruirla con una o más
dosis de yodo radiactivo.
A mi amiga Jo le suspendieron los medicamentos y se los volvieron a suministrar
en tres ocasiones antes de declararla en remisión. Desde que me diagnosticaron
la enfermedad, a mi madre, mi hermana y dos amigas mías también les han
detectado trastornos tiroideos. A mamá y a mi hermana les diagnosticaron
hipotiroidismo, mal contrario al que yo padezco (ver el recuadro de la página
anterior).
En cuanto a mí, dejé de tomar medicamentos por primera vez en siete años; los
dos últimos análisis de sangre que me hice indicaron niveles normales de
hormonas tiroideas. Cerca del 25 por ciento de las personas que padecen el mal
de Graves entra en remisión. Vivo con la esperanza de que algún día, como
ocurrió con mi amiga, me suceda esto a mí.
La enfermedad de
Hashimoto
Melissa Tobin,
periodista de 40 años, se sentía todo el día cansada y lo atribuía al hecho de
tener un bebé de dos meses y a que ya había vuelto a su trabajo,
al que dedicaba 60 horas por semana.
“Me mataba trabajando
y pensaba que no sabía combinar la maternidad con un empleo de tiempo
completo”, dice. “Luego de unas vacaciones creí que me iba a sentir mejor, pero
no fue así. Me volví sensible y llorona, y subí un montón de kilos”.
Además, tenía menstruaciones más abundantes. “Me terminaba un paquete de
tampones en un día”, cuenta. “Pero no me alarmé porque había oído decir que
todos estos síntomas son normales en las mujeres que acaban de dar a luz”.
Durante un año Melissa siguió al pie del cañón, convencida de que así era la
vida para las madres que trabajan. Luego, a pesar de todo, ella y su esposo
decidieron tener otro bebé.
“Pasaron seis meses y no quedaba embarazada, así que se lo conté a mi médica”,
dice. “Ella estaba segura de que era depresión y me envió a hacerme análisis de
sangre”.
También le practicaron una prueba de función tiroidea, la cual reveló que su
producción de hormonas tiroideas era muy baja: padecía hipotiroidismo.
Se calcula que unas 12 de cada 100 personas desarrollan hipotiroidismo, cuya
causa más común es la llamada enfermedad de Hashimoto, la cual afecta sobre
todo a mujeres de edad madura. “Es una enfermedad insidiosa que aparece de
forma lenta e imperceptible”, explica el endocrinólogo Creswell Eastman.
Mientras que el hipertiroidismo produce agitación y ansiedad, el hipotiroidismo
tiene síntomas opuestos: aumento de peso, fatiga, ritmo cardíaco lento y
depresión.
El embarazo puede acarrear problemas a las mujeres que sufren la enfermedad de
Hashimoto si no reciben tratamiento, ya que una tiroides lenta no puede
satisfacer la mayor necesidad de tiroxina de su organismo. Y como este
trastorno no suele aparecer sino hasta después de que nace el bebé, a menudo se
le diagnostica erróneamente como depresión posparto. Incluso a los médicos
experimentados les cuesta trabajo diagnosticarlo.
“Me sometieron a un
tratamiento de reemplazo de hormonas tiroideas, y al cabo de un mes quedé
embarazada”, cuenta Melissa. Aunque al principio la angustió la noticia de
que tendría que tomar medicamentos de por vida, hoy, ocho años después, ya
tiene tres hijos y asegura que la tiroides es la menor de sus
preocupaciones. “Cada seis meses me hago exámenes médicos, y en general me
siento muy bien”, dice. “Gracias a Dios, ya no sufro el cansancio que antes me
agobiaba, ¡ni siquiera cuando uno o todos los niños pasan mal la noche!”.
Señales más comunes de hipertiroidismo
- Intolerancia al calor
- Pérdida de peso
- Diarrea o evacuaciones
frecuentes
- Pulso acelerado o
palpitaciones
- Debilidad muscular
- Ansiedad
- Desequilibrio de las
hormonas sexuales
- Afecciones cardíacas
- Problemas de la vista
- Hiperactividad
Señales más comunes de hipotiroidismo
- Ritmo cardíaco lento o pulso
débil
- Voz ronca
- Dolores musculares y en las
articulaciones
- Aumento de peso
- Intolerancia al frío
- Cansancio y letargo
- Mala memoria y dificultad
para concentrarse
- Estreñimiento
- Depresión
- Caída de cabello
Autoexamen
Lo que se puede
hacer:
1. Anote los
síntomas. ¿Todo el tiempo tiene hambre? ¿Ha bajado anormalmente de peso en meses
recientes? Escriba los cambios que haya notado.
2. Tómese la
temperatura. Hágalo a primera hora de la mañana y durante varios días. Si su
temperatura se mantiene por debajo de 36.5° C, podría ser señal de
hipotiroidismo.
3. Revise su historia
familiar. Las enfermedades de la tiroides afectan con más frecuencia a algunas
familias. Pregunte a sus padres, hermanos y primos si conocen parientes a
quienes se las hayan diagnosticado.
4. Hágase un análisis de hormona estimuladora de la tiroides
(HET). Es una sencilla prueba de sangre que puede solicitar a su médico
clínico. Una concentración alta de HET puede indicar hipoactividad de la
tiroides; una concentración baja suele ser señal de hiperactividad de esta
glándula.
5. Tratamiento. A los enfermos de hipotiroidismo
confirmado se les suele recetar un reemplazo hormonal con tiroxina sintética.
Para tratar el hipertiroidismo hay tres opciones: medicamentos antitiroideos,
terapia con yodo radiactivo y cirugía.
CONSIGNA: ¿Tenés
problemas de tiroides, conocés a alguien de tu entorno que los tenga?