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Fotografía bélica, el arte de lo imposible

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En la Primera Guerra Mundial, tomar fotografías en el campo de batalla era casi imposible. E incluso en la retaguardia resultaba arriesgado. 

El pionero Roger Fenton empleaba una técnica novedosa: el proceso del colodión húmedo, que reducía el tiempo de exposición de minutos a segundos. Pero era una técnica compleja y lenta, poco apropiada para el cálido clima de Crimea, que dificultaba el proceso de revestir los negativos de cristal con colodión: una solución pegajosa de nitrato de celulosa.

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«Hacia el mediodía, mi carromato se había recalentado tanto que quemaba al tocarlo. Así que cuando cerraba la puerta para empezar a preparar una placa, comenzaba a sudar por todos los poros.»

En todo caso, tomar fotografías en el campo de batalla era casi imposible. Y aún en la retaguardia resultaba arriesgado: los rusos, confundiendo el carromato de Fenton con un furgón de municiones, lo tomaban repetidamente como blanco.

Después de presenciar el fracaso del ataque concertado de británicos y franceses contra Sebastopol en junio de 1855, Fenton cayó enfermo de cólera, una epidemia que estaba diezmando a las tropas, y regresó rápidamente a Inglaterra.

En cuatro meses, había logrado exponer 360 placas logradas: principalmente retratos, grupos de soldados y paisajes. Aunque muchas no llegaron a venderse, sirvieron de base para numerosos grabados y tuvieron una gran repercusión.

La Literary Gazette comentaba que las fotografías de Fenton: «ilustran con escenas variopintas la agitada y mortífera actividad de la época… Es evidente que, en virtud de la exactitud de sus detalles, las fotografías poseen una verosimilitud que no está al alcance de ninguna obra salida de un lápiz». Había nacido el arte de la fotografía de guerra.

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