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Los modestos comienzos de la microscopía

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Anton van Leeuwenhoek decidió probar el microscopio que acababa de fabricar y se puso a observar el sarro de sus dientes.

Un día del año de 1674, en Delft, una ciudad holandesa, Anton van Leeuwenhoek decidió probar el microscopio que acababa de fabricar y se puso a observar el sarro de sus dientes. Con gran asombro vio unos diminutos animálculos moviéndose activamente; eran bacterias que por primera vez aparecían ante los ojos del hombre. Leeuwenhoek no pudo saber nunca la relación que tienen algunas con las enfermedades. Cuando informó de tan sensacional hallazgo a la Sociedad Real de Inglaterra, una prestigiada organización científica, algunos se negaron a creerle, pero terminaron por aceptarlo e incluirlo en la Sociedad. Sus estudios posteriores le dieron fama mundial y le atrajeron visitantes como la reina de Inglaterra y el zar de Rusia.

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