Durante los Juegos Olímpicos cesaban todas las guerras.
Juegos Olímpicos, símbolo de paz
Durante los antiguos Juegos Olímpicos reinaba una tregua sagrada. Todas las guerras en el mundo griego cesaban, la pena de muerte era suspendida y los competidores estaban a salvo. Se decía que las condiciones de la tregua estaban inscritas en cinco aros en el disco sagrado del rey Iphitus de Élida que, en 884 a.C., declaró por primera vez el armisticio por indicación del Oráculo de Delfos. La tregua, aplicada a todos los rituales y festivales, más tarde se impuso también en los Juegos Olímpicos.
El Barón de Coubertin visitó en 1913 el lugar donde se habían celebrado los antiguos Juegos Olímpicos en Grecia. También fue a Delfos, lugar que en la antigüedad era el santuario del dios Apolo y donde se decía que en aquel tiempo decoraban el altar cinco aros unidos. De Coubertin, deseoso por promover internacionalmente las Olimpíadas modernas, se percató inmediatamente del valor que el símbolo podría tener para su causa. «Estos cinco aros», escribió, «representan las cinco partes del mundo unidas por la Olimpíada y listas para competir noblemente entre sí.»
Se diseñó una bandera con los cinco aros, cada uno de diferente color: azul, amarillo, negro, verde y rojo sobre un lienzo blanco. «Los seis colores dispuestos de esta manera», dijo De Coubertin, «representan los de cada nación sin excepción.»
La bandera ondeó por primera vez en París en junio de 1914 en un congreso, señalando el XX aniversario del movimiento olímpico. Irónicamente, pocas semanas después, el estallido de la Primera Guerra Mundial ocasionó la cancelación de la Olimpíada, que se pospuso para 1916 en Berlín.
El movimiento olímpico moderno adoptó el emblema en 1920, dado su origen y porque los cinco aros representan los cinco continentes de la Tierra.