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Nuestra aliada la plancha

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Casi todas las telas pueden arrugarse.

Para quienes detestan planchar, la mala noticia es que casi todas las telas, en distinto grado, pueden arrugarse. Durante su fabricación, algunas prendas reciben un tratamiento para «resistir las arrugas» o «un planchado permanente» y solo necesitan de poco o ningún planchado después de ser lavadas. En la mayoría de estos tratamientos, se mezcla una fibra de nylon especial que responde al calor con algodón u otra fibra y se añade una resina que mantiene la forma. De esta manera, las partes lisas de una tela permanecen así.

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En las telas no tratadas, la presión y el calor aplicados sobre pliegues al azar pueden formar arrugas no deseadas. Esto sucede cuando usted se sienta o se reclina y, sobre todo, si sus ropas son holgadas, lo que permite que se arruguen más fácilmente. Incluso el peso de la ropa apretujada dentro de una secadora o de un cesto puede arrugarla. Los hilos de la trama se extienden alrededor de los pliegues y se sobreponen uno a otro. A veces, se aglomeran en desorden, o las fibras se doblan demasiado para regresar a su forma original cuando cede la presión.

El planchado aplica calor y presión a la tela. En un principio, el calor relaja las fibras y las ondas. La presión de la plancha y del brazo vuelve a su lugar los hilos. Las fibras de los hilos se adaptan a la superficie de la tabla de planchado y la base de la plancha. El calor y la presión le devuelven a la tela su forma original, al menos por un tiempo. Si se humedece la tela con un poco de vapor o se rocía con agua, las fibras se suavizan aún más y los hilos se lubrican, por lo que se deslizan con mayor facilidad. Algunas veces basta colgar la tela en un baño de vapor para que las fibras se relajen, de tal forma que el peso del material la desarruga.

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