Nadie ha inventado aún una máquina capaz de aprender un idioma.
¿Existe ya la máquina pensante?
Las computadoras saben jugar ajedrez, demostrar teoremas matemáticos, leer y traducir idiomas… pero ninguna máquina, por compleja que sea, puede reproducir la gama completa del pensamiento humano.
Nadie ha construido todavía una máquina capaz de aprender a hablar un idioma, si bien este proceso es algo que los niños dominan en sus primeros años de vida. En la década de 1970 se requirieron grandes esfuerzos en la Universidad de Edimburgo para hacer que una computadora pudiese apenas reconocer unos cuantos objetos tan simples como una taza o un plato. Una de las dificultades es que las computadoras y los cerebros están organizados de diferente manera.
El cerebro es una red de células llamadas neuronas. Ese órgano tan importante contiene entre 10.000 y 100.000 millones de ellas; cada una está conectada con aproximadamente otras 10.000, todas las cuales funcionan al mismo tiempo. Por el contrario, las computadoras contienen millones de circuitos lógicos, cada uno de los cuales está conectado con otro circuito y solo funciona después del anterior, no simultáneamente. La información que fluye a través de la computadora sigue un solo «camino», en lugar de distribuirse por todas partes, como sucede en el cerebro.
Con todo, los circuitos de la computadora funcionan con mucha mayor rapidez que las neuronas y son mejores para algunas actividades; por ejemplo, para cálculos matemáticos largos y complejos. Pero el cerebro, pese a sus neuronas relativamente lentas, es mucho más eficaz en el proceso de reconocimiento y el aprendizaje. Ante él, las computadoras resultan limitadas.
Va en aumento el interés en las computadoras que intentan copiar la estructura del cerebro. Estas computadoras se conocen como redes neurales. Los elementos básicos son los circuitos electrónicos como en las computadoras ordinarias, pero su conexión es diferente, pues existen muchas conexiones entre los circuitos, como las de las neuronas del cerebro. Estas computadoras no se programan con el sistema tradicional de dictarles una serie de instrucciones, sino que pasan por un proceso de aprendizaje en el cual se les proporciona información, junto con ejemplos de las conclusiones a que deben llegar.
El profesor Igor Aleksander, del Imperial College de Londres, diseñó en 1988 una red neural llamada Wisard, que aprendió a reconocer la sonrisa humana; se le enseñó mostrándole varias imágenes, algunas de gente sonriente. Con esto el artefacto pudo ver caras que no había visto antes y distinguir aquellas que sonreían. En la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, en la década de 1980 Terrence Sejnowski produjo una red neural que pronuncia correctamente las palabras que se le escriben en un teclado. La red aprendió del mismo modo que un niño, y se le corrigió hasta que hizo bien las cosas.
La empresa japonesa de radiotransmisión NHK tiene una red neural que sabe reconocer caracteres japoneses manuscritos con un 95% de exactitud, independientemente de su tamaño, posición y cambios de escala. Las redes neurales están todavía en las primeras etapas de desarrollo. Pero la mayoría de los científicos consideran que, si algún día llega a existir una computadora en verdad inteligente, esta es la forma de lograrlo.