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La fauna de las 7 Maravillas Argentinas presentan sus «documentos de identidad» vivos

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La expansión del coronavirus ha dejado a un grupo de ganadores tan sorprendidos como ignorantes de los que nos pasa, la fauna de las 7 Maravillas Naturales Argentinas.


En pocos meses que el COVID-19 lleva expandiéndose por el planeta, la mayoría de los 7.700 millones de habitantes humanos han tenido que hacer un curso acelerado de virología, la disciplina que se ocupa de los virus, los seres más pequeños conocidos habituados a hacer proliferar su material genético invadiendo células ajenas.

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Como efecto no buscado de la disrupción de este virus, en el mundo y en la Argentina, otros seres vivos han podido moverse más a sus anchas ante la disminución de nuestra presencia habitual. 

Aquí les presentamos una selección de algunos de ellos, que habitan y son parte de la identidad viviente de las 7 Maravillas Naturales Argentinas.

Al galope en el Wild FarSouth/  PN Los Glaciares

Puede parecer asombroso, pero en pleno siglo XXI todavía existen manadas de caballos salvajes. En Sudamérica, unos 200 de ellos habitan las laderas del volcán Cotopaxi en Perú.  No obstante los que habitan en la Patagonia los superan por mucho en cantidad y espacio. Y en su poco contacto con los seres humanos. Aunque no se ha realizado un censo, Parques Nacionales estima que existen 15.000 de ellos en el área de la población del Valle Mascarello, dentro del parque. Se trata de los míticos “baguales”. Cada vez más adaptados al clima invernal riguroso, son una maravilla que volvió a la naturaleza.

El gigante en peligro de los aires /  Río Mina Clavero 

Aunque omnipresente en nuestras fantasías y relatos, quedan pocos cóndores. Entre Argentina y Chile se estima que menos de 3.000. Aunque su comportamiento es carroñero, no son parientes de los buitres, sino de las garzas y cigüeñas. Estas bellas y perseguidas aves son monógamas y pueden comerse hasta cinco kilos de carne al día. Su vuelo sobre los cielos de río Mina Clavero siempre es de una paz majestuosa.

Confusión de identidad / Bañado La Estrella

El aguará guazú es un verdadero zorro arriba de zancos. Aunque inofensivo para las personas y el ganado, ha sido perseguido producto de la ignorancia. Así es que en los pastizales y humedales del Bañado de La Estrella se encuentra el pariente vivo más cercano de lo lobo de las Islas Malvinas (que sobrevivió hasta el siglo XIX). Una de sus características más llamativas es que mueve las dos piernas de un mismo lado a la vez. Con esa técnica puede recorrer distancias enormes ahorrando energía. Su belleza, inteligencia y expresión atenta le ha jugado en contra: muchos creen que encarna al lobizón, por lo tanto se lo ha cazado hasta cerca del exterminio. 

El cazador tornasol / Selva Misionera 

El picaflor bronceado o dorado es un fiel compañero, de fácil avistamiento, para cualquiera que se interne en la Selva Misionera. Abundante y omnipresente asemeja un punto tornasolado con sus rápidas evoluciones en el aire. Pero lo suyo no son solo el néctar y el polen, no, su dieta hace que sea el terror de las arañas, a las que se engulle con placer y facilidad.

Nuestro mini panda con púas y cola prensil / Selva Misionera

¿Qué tal ir caminando bajo un árbol y que de pronto nos caiga encima un puercoespín? En principio podría ocurrir porque a los puercoespines de las Américas les gusta andar entre ramas, pero no se preocupe, en el caso del coendú, que habita la Selva Misionera ello es casi imposible: ¡posee una cola prensil para evitarlo! Es un verdadero peluche con púas: con 55 cm de longitud, su cola es de 33 a 48 cm. Nunca pesa más de 4 kg. Si por él fuera se quedaría siempre en un mismo árbol comiendo hojas y lianas, pero tiene que bajar a tierra para cambiar de uno a otro, porque saltar no le gusta nada.


Aves “lecheras”/ Salinas Grandes

Sí, aunque suene bizarro, existe un grupo de aves que producen una especie de leche con la que alimentan a sus crías. Más raro aún, la producen hembras y machos. Se trata de los flamencos. Todas las especies fabrican una secreción bautizada como “leche de buche”: se origina gracias a unas glándulas presentes en una porción del tracto digestivo. Famosos por su pico invertido, los polluelos de estos pájaros, desde las dos semanas de vida, empiezan a formar “guarderías” cada vez más grandes, la que terminan albergando a miles de crías, cuidadas “maestras/os jardineras/os”. Y los padres van a las guarderías para alimentarlos. 

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