¿Quiénes seríamos sin nuestros recuerdos? ¿Qué tan importante es poder recordar el pasado y recurrir a él para tomar decisiones?
La respuesta es sencilla: las memorias son tan importantes como nuestras funciones vitales.
Uno pensaría que entender cómo funciona la memoria debería ser prioritario para las personas, dado que los recuerdos conforman las bases de nuestras personalidades y dan sentido a nuestra vida.
No obstante, la realidad es que la mayoría de las personas, sin importar su grado de intelecto o educación, saben muy poco sobre la memoria. En un estudio revelador realizado por los psicólogos investigadores Daniel Simons y Christopher Chabris, se hicieron preguntas sencillas sobre la memoria a distintas personas para luego comparar sus respuestas con las de algunos expertos en el tema. Los resultados revelaron lo lejanas que están nuestras creencias acerca de la memoria de la realidad. Por ejemplo, al preguntarles “¿Piensa que hay una ‘cámara de video’ en su cabeza?”, el 63% de los encuestados afirmó que sí o en su mayoría coincidió en que la memoria humana “funciona como una videocámara, grabando con precisión los escenarios que vemos y oímos para que podamos reproducirlos e inspeccionarlos más adelante”. Ningún experto —cero por ciento— estuvo totalmente o en parte de acuerdo en que la memoria funciona de tal manera.
Con la pregunta: “¿Un testimonio convincente es siempre un testimonio acertado?”, más de un tercio de las personas estuvo bastante o totalmente de acuerdo en que “un testimonio convincente de un testigo visual debería ser prueba suficiente para condenar a un acusado de un delito”. Ninguno de los expertos que participaron en el estudio estuvo de acuerdo con esto; el 93,8% estuvo muy en desacuerdo.
Cómo funciona nuestra memoria
Me gusta pensar que es como si fuera un anciano sentado junto a una fogata en lo profundo de nuestro cerebro. Tiene buenas intenciones y busca ayudar, sin embargo, no nos revelará nuestro pasado cual mago con un túnel del tiempo. Lo más que puede hacer es contarnos historias. Y como todo buen orador, modificará su relato para hacerlo más impactante, eficiente, funcional y claro, y solo nos dirá lo que él asume que necesitamos saber.
Aunque pueda comprometer la precisión, en ocasiones llega a adornar sus relatos añadiéndoles detalles emocionantes. Quizás también elija omitir algunas cosas para evitar que usted sienta dolor o vergüenza. También comete errores, montones de ellos. A veces puede saltarse partes importantes por confusión o equivocación. Es posible que accidentalmente incluya información errónea. Tal vez ese recuerdo tan especial de su primer beso en la secundaria tiene partes infiltradas de una experiencia en la universidad o de una escena de una película que vio hace años.
En otras palabras, la memoria es asociativa y constructiva: carece de sentido coherente, ordenado o racional. Los recuerdos no son como archivos en el disco duro de una computadora ordenados por temas o de manera cronológica. Un recuerdo se guardará y se asociará con otras memorias o conceptos de maneras que no necesariamente son prácticas o lógicas. Es por esto que un olor o un sonido específico puede evocar un recuerdo a pesar de que no haya tenido relevancia en la experiencia donde se originó. También es la razón por la cual no siempre podemos recordar inmediatamente algo que necesitamos por más que sepamos que está en algún lugar de nuestro laberinto neuronal. Evocamos los recuerdos de un modo similar a la forma en la que arqueólogos y policias se valen de piezas de información —objetos y pistas— para construir historias sobre personas y acontecimientos del pasado.
Nuestros recuerdos no son fiables. Ni siquiera un poco. Nuestros procesos de memoria no evolucionaron para retener información precisa y detallada de los eventos que vivimos. Nuestro cerebro no es un taquígrafo personal ni se encarga de llevar un registro de todo lo que hacemos. Tal vez pueda visualizar una imagen clara en su cabeza, pero lo que mira no es en realidad una vivencia personal. Como mucho es un docudrama. Nuestros recuerdos se crean a través de historias que la memoria le cuenta al cerebro y es posible que se pierda algo de información en el proceso.
Sin dudas, el cerebro humano es aún un universo misterioso en muchos sentidos. Por suerte, sabemos lo suficiente de él como para darnos algunas pistas sobre cómo manejarnos de forma más sabia y segura en nuestra vida. Lo mejor es concebir a la memoria como una aliada que recopila información y la envía a nuestro cerebro para ayudarnos a adaptarnos al presente y poder planear nuestro futuro. No es necesario recordar cada detalle de cada cosa. Los humanos hemos sobrevivido y prosperado durante más de dos millones de años en gran parte por el hecho de que nuestra memoria ha funcionado lo suficientemente bien. Incluso en nuestro mundo saturado de información, hiperconectado y en constante cambio, no tenemos mayores complicaciones.
3 razones para apreciar su memoria
- Las fallas en la memoria pueden darle un refuerzo a la autoestima. En un estudio se solicitó a alumnos universitarios que recordaran sus calificaciones de secundaria. Los investigadores tenían los boletines de los estudiantes para verificarlos, por lo que no tenían por qué mentir. Pese a esto, los estudiantes recordaron mucho mejor las calificaciones buenas que las malas. Las notas de 8, 9 y 10 se grabaron bastante bien en sus memorias, mientras que los 5 y 6 los recordaban como calificaciones un poco más altas. En otras palabras, el contenido de nuestros recuerdos coincide en su mayoría con la realidad, pero es posible que algunos detalles se distorsionen con el fin de hacernos sentir mejor con nosotros mismos.
- Nos ayudan a reconocer valores esenciales. Algunos estudios demuestran que quienes son liberales son más propensos a generar recuerdos falsos de eventos ficticios que podrían hacer quedar en vergüenza a líderes políticos conservadores, mientras que los conservadores tienen más posibilidades de recordar eventos imaginarios que perjudicarían a líderes liberales. Los prejuicios en nuestras memorias tienen un efecto positivo en cómo nos sentimos con nosotros mismos y en nuestros grupos sociales.
- Nos ayudan a establecer vínculos. A veces deseamos entretener, otras veces, dar información precisa. En ocasiones quizá sepamos que nuestra audiencia tiene creencias específicas, por lo que contaremos nuestras vivencias de una manera diferente a la habitual. Una línea de investigación demostró que relatar recuerdos de diferentes formas puede cambiar nuestra propia percepción de lo que sucedió en realidad —el recuerdo puede transformarse para adaptarse al hilo de nuestra historia y con el tiempo será cada vez más parecido a lo que creemos que nuestra audiencia quiere escuchar. Esto puede ayudarnos a sentirnos más conectados con los demás.
Robert Nash es profesor en la School of Psychology en la Universdad de Aston en Inglaterra.