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Buenos Aires cada vez más sana

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¡Encontrá la mejor manera de poder alimentarte saludablemente!

Es una calle ancha y de dos manos. Una avenida arbolada donde no hay autos, ni semáforos con las intermitencias activadas poniéndonos en guardia. Al menos durante un fin de semana al mes hay un espacio público en medio de la ciudad colmado de calabazas orgánicas, botellones de miel, acróbatas, panes artesanales, quesos, músicos y peatones con la bolsa de los mandados. Todo está mezclado ahí. “Buenos Aires Market no es un supermercado donde uno quiere salir lo más rápido posible —dice Juan Aznares, inspirador de la iniciativa—. Es un paseo donde, además de hacer las compras, se puede escuchar música en vivo, participar de un taller de reciclaje o de una charla sobre el cuidado del agua.” Las mesas comunitarias también distinguen al mercado: largos tablones donde se tiende mantel para que las personas compartan los alimentos y puedan intercambiar sobre tendencias saludables.

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Hay 30 categorías diferentes de productos que van desde los quesos, dulces y café, incluyendo frutas y verduras frescas, repostería, semillas y hasta flores para comer. Todos cuentan con certificación de origen y calidad y la mayoría son orgánicos y de la región. “El consumo de alimentos saludables estaba restringido a las dietéticas, pero ya no”, comenta Aznares, director del sitio planetajoy.com dedicado a comidas y bebidas. “Buenos Aires Market”, auspiciado por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, reúne a medio centenar de productores y comerciantes en el boulevard de la calle Caseros, delante del Museo Histórico Nacional, a pocas cuadras de Parque Lezama y San Telmo.

La primera edición fue en abril de 2012 y todos los meses se cumple el rito durante un fin de semana completo. La celebración sirve para que se encuentren cara a cara productores y consumidores que conforman un nuevo estilo de transacciones, un modelo diferente que posee denominación novedosa también: los prosumidores. Alejados del productor profesional y del consumidor tradicional, sus prácticas son más equilibradas, comprometidas y responsables. Eliminan barreras e intermediarios y tanto el que ofrece como el que adquiere los productos tienen una mayor responsabilidad social.
Los productores no utilizan fertilizantes, aditivos ni empaquetados, los consumidores van por alimentos más saludables, soluciones más sencillas para lograrlos, menos marcas y un deseo creciente de expulsar el marketing de sus vidas.

Con un delantal negro y mucha diligencia, el periodista José Vales comanda al grupo de jóvenes que atienden en su puesto de café. Es una de las tiendas itinerantes que se levantan cada mes sobre el boulevard. Con su mujer, Analía Álvarez, también periodista, conformaron el Centro de Estudios del Café, un emprendimiento novedoso que funciona en Buenos Aires desde 2009. La pareja representa un buen ejemplo de prosumidores. Venden el producto, es cierto, pero además pueden dedicar el tiempo que haga falta a una charla explicando los beneficios del café orgánico o la necesidad del comercio justo. Ofrecen capacitación y divulgan las bondades de conocer la trazabilidad de lo que consumimos, es decir, conocer la historia de cada grano, quiénes participaron en las plantaciones y en las cosechas, cómo se hizo el transporte y la conservación y hasta si el agua que se utilizó en el proceso productivo fue administrada con moderación. Los nuevos prosumidores desean satisfacer sus demandas básicas y resistir el embate de la publicidad que les hace adquirir cientos de bienes y servicios innecesarios. Paradójicamente, los mercados de la naturaleza descripta, con menos oferta y mayor austeridad, han demostrado ser importantes para la economía local. Son famosos los de Londres, París o Nueva York que funcionan a diario. En Buenos Aires asisten, en promedio, unas 15.000 personas por fin de semana.

¡Tomá más agua y comé mejor!

Hay razones suficientes para empezar a beber y comer de manera más saludable: los alimentos procesados cuentan con proporciones de sal y azúcar agregados que en muchos casos son utilizados para mejorarles el gusto y generar rápida adhesión en los consumidores, pero traen frecuentemente malestar y enfermedad. La doctora Verónica Schoj, directora de la Fundación Interamericana del Corazón, apunta que “la hipertensión mata a 50.000 argentinos por año” y que bajar un gramo en el consumo de sal de la población ahorraría 16.000 de esas muertes. “Hay que leer las etiquetas, la letra chica de cada cosa que nos llevamos a la boca porque la oferta de productos desfavorables es variada y está muy —literalmente— al alcance de la mano”, dice Schoj y ejemplifica: “Para un niño es más fácil encontrar hamburguesas o alfajores que lugares donde les vendan una manzana. Según una encuesta encargada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en 80 escuelas primarias uno de cada tres chicos de 10 años tiene sobrepeso. El sedentarismo y la mala alimentación son las causas principales que sustentan las estadísticas.

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